Su insaciable curiosidad, el deseo de independencia y la carencia de ataduras que tuvo siempre, la llevaron a experimentar con los límites de lo lineal y a adoptar formas dislocadas que marcarían un antes y un después en su carrera. Hablamos de Zaha Hadid que, además de ser una mujer que tenía claro lo que quería, como arquitecta fue capaz de concebir un mundo propio, hecho a la medida de su imaginación.
Creaciones robustas de hormigón que parecían flotar como plumas sopladas al aire, imprimiendo esa dualidad de temperamento fuerte y determinante, alternada con el carácter delicado y etéreo de las estructuras volátiles que escapaban del suelo.
Paredes acristaladas, estructuras derretidas, materiales retorcidos, perspectivas perfectas que solo la naturaleza es capaz de replicar, atmósferas inquietas y líneas serpenteantes. El lugar, gracias a Zaha, quedó redefinido no como sitio de paso sino como destino en sí mismo.
Su particular compresión del espacio fue creando lo que se convertiría en su sello de identidad. Nunca se conformó con ningún ángulo en concreto y menos con los 90°. Si hay 360 ángulos, ¿por qué apegarse solamente a uno?,solía decir. Zaha buscaba la incomodidad, retaba lo establecido. Y justamente ese huir, transmitía la libertad que aportaba a los espacios. Las rectas se desdibujaban dejando paso a curvas imposibles que brindaban escenarios fluidos, en movimiento, desbloqueados y con un tacto tanto sólido como fundido. Hadid no tardó en alzarse como los rascacielos que construía para convertirse en una de las arquitectas contemporáneas más reconocidas. Prueba de ello son las obras que, como huellas dactilares, le pertenecen y forman ya parte de su legado.
Y del arte de Zaha para vestir las ciudades, al arte de Iskin Sisters para vestir a las mujeres del mundo, con una visión tan personal como atemporal. De la misma forma que lo hizo la arquitecta británico-iraquí, Iskin apuesta por los materiales y la configuración del espacio como insignias de marca. Las piezas son sólidas en esencia y ligeras sobre las manos. La versatilidad y el danzar de sus formas subrayan la personalidad de quien las lleva. Se nutren del entorno para crear nuevos mundos que después, integran en sus joyas para que el que se las ponga pueda sentirlo no como un añadido al cuerpo, sino como una extensión del mismo.
Y como las ideas que definen quiénes somos y complementan nuestra persona, Iskin Sisters comparte con Zaha Zahid ese espíritu de vivir en busca de paisajes todavía por explotar y también por conquistar. Pero no para pasar de largo sino para poder quedarse en ellos.