“Juego con las relaciones humanas, el tiempo y que cada ventana sea un cuento”
Natalia Sánchez Valdemoros
¿Qué te gustaba hacer de niña? ¿Sabías que querías ser de grande?
Iba a todos lados con mi libreta, siempre dibujaba, pero no recuerdo en qué momento pasó. No pensaba en el futuro, vivía el presente. Nunca he sido muy mental, no lo cuestionaba. Eso sí, de niña quería hacer todas las actividades posibles: gimnasia, guitarra, piano, violín. Mi madre me apuntaba y, al poco tiempo, abandonaba. No lograba ser consistente. Lo único que se mantuvo fueron las clases de pintura. Lo hacía de forma lúdica, sin pensar en el futuro. Supongo que era un escape del colegio. No me gustaba demasiado estudiar.
¿Por qué pintas?
Es mi oficio. Me gusta trabajar con las manos, a veces con la mente, pero no la necesito siempre para dibujar. Con el oficio, sé los pasos que tengo que seguir. La mente puede liberarse, irse a otro lugar. Hacerlo así me da una libertad absoluta. Escucho muchos audiolibros mientras pinto. Mi cuerpo va por un lado y mi mente por otro. Juntar cuerpo y mente en un mismo punto a veces cuesta. Pintando abstracto resulta así, me puedo dejar llevar por la acción. Sin embargo, dar clases es otra cosa. Sentarme a dibujar o pintar no me cuesta nada, puedo pasar muchas horas haciéndolo.
¿Qué rasgos te caracterizan? ¿Cuáles te gusta en los demás?
Soy muy sociable, me gusta tirar para adelante, la alegría. Es muy fácil engancharse a la gente linda, siempre es un imán para todos. Me atrae cuando van livianos por la vida, no tiene por qué ser personas muy cultas o estudiadas.
¿En qué artistas te fijas?
Hay tantos…Picasso por sus colores, su personalidad transgresora. Esa facilidad que tenía para hacer tantas obras y que le gustara vivir la vida. Las instalaciones de Joseph Beuys. De Van Gogh no solo su historia personal sino también su pintura. Pero en este momento hay tantos artistas que no puedo escoger. Quizás el cielo de una persona que no conozco me despierta algo, es muy difícil ser concisa. Veo arte por Instagram todo el tiempo, son muchas imágenes por día. Hay tantas cosas inconscientes. Mi maestro, Guillermo Garrido, me inspira muchísimo, por ejemplo. Es una persona fuera de serie y de la que siempre aprendo algo.
¿Qué mujeres te han inspirado?
Te diría que mi círculo de amigas. Me apoyo para todo, son muy importantes en mi vida. Solo tengo un hermano, pero no hermanas. Con ellas nos conocemos desde los diez. Ellas son mi ejemplo. Mi mamá también, pero es más una admiración. Con ellas me encuentro muchísimo más espejada. Si necesito nutrirme, acudo a ellas para compartir mi vida.
Si no te hubieras dedicado al arte ¿qué habrías hecho?
Nadie en mi círculo me decía qué tenía que ser. Tampoco hay artistas en mi familia entonces no me incentivaban a ese camino. Estudié arquitectura, aunque nunca ejercí. A mitad de carrera tuve una crisis porque no me gustaba y ahí conocí a mi maestro Garrido. La vida me volvió a juntar con la pintura. Mi madre me dijo que retomara la pintura con la condición de que terminara la carrera, me pareció un buen trato. Estudiar arquitectura no me molestaba, era muy plástico, nada que ver con la práctica de tener que ir a las municipalidades, la obra…La carrera es muy creativa. Antes de recibirme empecé a exponer mis pinturas y gané un premio aquí, me fui entusiasmando poco a poco. Y hoy hago fachadas. Todo tiene que ver con todo.
¿Qué te convoca de las fachadas, el espacio y la repetición?
Siempre he vivido en departamentos menos ahora que estoy en una casa. Me llamaba la atención cuando iba a casa de mi vecina. Me fascinaba ese igual pero diferente porque era la misma estructura, pero con una impronta tan distinta a la de mi familia. La repetición y la fachada van de la mano. Lo uno pegado a lo otro. Me interesa la estética del deterioro, no como algo viejo o tirado abajo, sino todo lo contrario, ver que ha pasado el tiempo y cómo se mantiene. También hay una cuestión personal de quién vive adentro: algunas más cuidadas que otras. Las pequeñas modificaciones: molduras, cortinas, pintado de otro color, una maceta, algo que se rompió y luego no se reparó. Trato de relacionar las fachadas con el ser humano, dejar entrever lo que está pasando: si está abandonado, si se fueron, si son muchos o pocos. Cada ventana es un cuento.
¿Cómo fueron los inicios?
Fue de casualidad, yo hacía naturalezas muertas y cuando anduve bien me metí en el abstracto. Me gusta mucho, pero es pintar con el gesto, mezclar colores. Y en esa lucha por hacer un abstracto que me pareciera bien, no acababa de resolverlo y le puse capa sobre capa. Un día entré al taller y lo vi como una pared totalmente descascarada y ahí se me ocurrió añadirle ventanas. Así empecé y ya no paré.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Tengo un bastidor y con papel y lápiz hago una estructura de cómo puede ser, luego ya voy al lienzo. Siempre pienso antes si las ventanas son chiquitas, cómo será la estructura, si hay dos edificios pegados o solo una porción, si tiene o no basamento. Es una mirada perpendicular a un espacio de un edificio planteada en el papel. Mezclo y hago creaciones que me gustan: con molduras o rejas; pero inspirado en la realidad. A veces sale peor y otras mejor que en la foto de origen.
Háblame de tu obra
Juego con las relaciones humanas, el tiempo y que cada ventana sea un cuento. Quiero que el espectador recorra la obra preguntándose qué historia hay detrás, también de todas las personas que pasan a lo largo del tiempo por esa arquitectura.
¿Cuándo sabes que la obra está terminada?
Por lo general la abandono cuando ya no se me ocurre algo más que le pueda sumar. Luego las vuelvo a agarrar en el taller y les hago algo. Una vez que le pongo la firma y tengo la sensación de que está terminada, no la toco. Aunque después puede que quiera algo más. No acaba nunca…
¿Pequeños placeres?
Música, audiolibros, una buena comida y bebida. Nada que no sea algo diario: juntarse con la familia, amigos. Ir a una muestra.
Si tu vida fuera una película ¿qué te gustaría ver?
Me gustaría encontrar una dedicación a mi trabajo. Solo me dedico a pintar y mucho, no hago otra cosa. El oficio diario del artista es hacer y hacer. Vivir el presente es lo más lindo que le puede pasar a uno, disfrutar el día a día, agradecer lo que se tiene. Eso me gustaría ver.
¿Dónde te gustaría vivir?
Me encantaría tener una casa en Logroño. Mis abuelos eran de ahí y tengo una relación estrecha, aunque hace tiempo que no voy. Me gustaría pasar un verano en España y otro acá. Poder revivir los momentos con ellos.
¿Qué temas sociales te preocupan?
Las guerras me tienen descolocada. No puedo creer que en el 2022 todavía existan bombas y armas. Que los que organizan ese desastre sean dos o tres personas y el resto tenga que obedecer.
¿Qué te da miedo?
Soy muy permeable así que no veo el noticiero, no me contamino de eso. Cualquier cosa me enferma, mi mente se sugestiona de todo lo que pasa alrededor así que trato de mantenerme al margen. Me junto con personas que están en la misma frecuencia energética. Esa es mi forma de protegerme contra el miedo.
¿En qué estás trabajando?
Estoy haciendo fachadas para una muestra que tengo en marzo del año que viene. Habrá noche, color, blanco y negro… Los temas están anotados para más o menos guiarme porque si no las ideas se olvidan.
¿Qué recomendaciones tienes?
Me encantó “El tiempo entre costuras” de María Dueñas o “La Uruguaya” de Mairal. Tengo una hija de cinco años así que leo de feminismo porque ella va a viajar y andar sola en la calle. Me parece importante el despertar de las mujeres y agradezco a todas las que van a marchas, ponen el cuerpo y tiempo, dedican su vida a sacar temas y conseguir logros.